El patriarcado y el capitalismo – Horda Feminista Carabanchel

Este comunicado pretende ser una introducción al feminismo de clase, que nos ayude a empezar a comprender y a analizar cómo y por qué nos explotan a las mujeres trabajadoras. Cabe decir, para que no haya confusiones, que utilizamos un lenguaje inclusivo, el plural independientemente de a quién concierne, será femenino.

La actual crisis afecta en mayor medida y directamente a las mujeres que son señaladas por la reforma de las pensiones, los recortes salariales, ausencia de políticas pertinentes, mayor tasa de desempleo que aumentará más la pobreza y la vulnerabilidad de las mujeres que no están en el mercado de trabajo, el abaratamiento de los despidos, recortes de servicios públicos y sociales,… ya que somos nosotras las que desde el principio tenemos peores condiciones laborales.
A pesar de que las nuevas olas progresistas intenten que asumamos que la igualdad entre hombres y mujeres está cada día más cerca, que con cada ley y cada reforma somos todas más iguales, no pueden ocultar la clara realidad: las desigualdades entre hombres y mujeres existen y persisten a pesar de cualquier medida que traten de tomar, si lo intentan. Derechos que nunca nos plantearíamos que se nos podrían negar a las mujeres siguen sin existir en muchos países, es el caso del derecho al voto que aún tiene restricciones en Los Emiratos Árabes e Indonesia, y está prohibido en Arabia Saudí; o del derecho a abortar que está condicionado o prohibido en incontables países que constituyen una gran mayoría. Esta desigualdad no se refleja sólo en la economía, el trabajo, o el ámbito legislativo sino que también tiene cabida en el ámbito social, es una realidad que existe por todo el mundo un violencia contra las mujeres, se estima que alrededor de 120 millones de mujeres y niñas en vida han sido sometidas a la mutilación genital o ablación genital o sin salir de nuestro propio estado, 97 feminicidios en 2018 y 10 en lo que llevamos de año.

Así vemos como la desigualdad entre hombres y mujeres es algo real, independiente de la cultura, del país o de la religión, y que abarca todas las esferas de la vida. Los hombres tienen un papel superior que el de las mujeres en las sociedades y esto les otorga más derechos, más poder y mas pseudo-libertades.

Para empezar a analizar esta desigualdad, esta opresión y esta violencia hacia las mujeres, tenemos que diferenciar dos conceptos clave: el sexo y el género.
Todas nacemos con un sexo gonádico, puede ser femenino con dos cromosomas X, intersexual con tres cromosomas sexuales ya sean XXY o XYY, o bien masculino con un cromosoma X y uno Y. Este sexo, genera desde que nacemos diferencias físicas y funcionales en los distintos cuerpos. Existe también lo que se conoce como género. El género a diferencia del sexo, no es algo ‘naturalmente real’, es decir que es algo que se ha creado, es una construcción socio-cultural. Cada género se asocia a un sexo, por eso podemos hablar de género femenino y de género masculino, que de entrada ya refleja la exclusión de las personas intersexuales y transexuales, así como de las personas que no sean cis-género, las transexuales. El género otorga a cada sexo unas funciones sociales, unos roles: los roles de género. Estos roles, que están lejos de ser siquiera parecidos para hombres y mujeres, otorgan un papel en la sociedad a cada individuo, podemos ver que las mujeres tienen un rol muy asociado a los cuidados, a todo lo afectivo, dada su capacidad reproductora, es decir que cumplen un papel pasivo en la sociedad contrariamente a los hombres a los que se les asigna un rol con poderío, de toma de decisiones, que refleja la fuerza, la iniciativa y la valentía, un pape productivo, activo. Estos roles impuestos se reflejan en todos los ámbitos socio-culturales desde la elección de colores o estudios hasta el nivel de independencia de cada una.

Todo esto lo origina el patriarcado. El sistema patriarcal a veces se interpreta como la primera división social existente, la división hombres/mujeres que seguimos sufriendo, y se cree que se asienta con el inicio de la acumulación de riquezas. Siendo una estructura social que se retroalimenta de la estructura económica, es y ha sido capaz de adaptarse a los diferentes sistemas que se han ido sucediendo (esclavismo, feudalismo…) y así persistir a lo largo de la historia. Al adaptarse y ligarse a la infraestructura económica, invade todas las esferas de la vida de toda persona con prejuicios, imposiciones, opresiones y un largo etcétera de mecanismos. Además de imponer unos roles de género muy claros, el sistema patriarcal impone también lo que conocemos como la ‘hetero-norma’, una norma según la cual lo naturalmente normal es la heterosexualidad, y será con esta con la que se mida todo para determinar que está dentro y qué fuera de lo normativamente correcto, de lo supuestamente natural. Algo que excluye aún más a algunos grupos con orientaciones sexuales, prácticas o relaciones de cualquier tipo distintas, no-normativas.

Como ya hemos dicho el patriarcado se ha expresado en distintas formas a través de los tiempos y las sociedades, pero es con la aparición del capitalismo cuando se acentúa y profundiza esa división sexual del trabajo unida a la degradación de la condición sexual femenina. Como ya afirmó Engels “el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”.
La reorganización del modo de producción de excedentes y acumulación de capital trajeron consigo una separación del trabajo, donde se le otorga a la mujer la esfera reproductiva o del cuidado, y a los hombres la producción de los medios de vida. A partir de entonces, el trabajo realizado por la mujer pasa a un segundo plano, y se empieza a implantar culturalmente la superioridad de lo masculino sobre lo femenino.

El sistema capitalista se nutre de esta desigualdad de género, porque su objetivo es conseguir mayores ganancias con menos costos. Y su funcionamiento consiste en invisibilizar ese trabajo doméstico y reproductivo, de modo que no se reconozcan en el mercado laboral esas mujeres como trabajadoras asalariadas, a pesar de que producen un gran valor necesario para el mantenimiento del hogar y la familia.
Esto implica que el capitalismo lleva a cabo una doble explotación, tanto de la obrera activa como de la figura de la mujer como ama de casa. El trabajo reproductivo y al cuidado de la casa no remunerado se convierte así en un instrumento indirecto de la valorización de capital.

El sistema capitalista es un sistema económico que se basa en las relaciones de producción, observamos como el capital prevalece al trabajo y que una clase (hablaremos de clase trabajadora) tiene que vender su fuerza de trabajo a una clase que posee los medios de producción (los capitalistas, terratenientes, burgueses). Mientras la clase trabajadora vende su fuerza al mejor postor para conseguir un salario que le permita sobrevivir, la otra se limita a reducir gastos de producción, esencialmente recortando en salarios de trabajadores, de estos últimos, así como en medidas de seguridad, convirtiendo los trabajos en trabajos precarios, todo para generar una mayor plusvalía y acumularla. Así vemos como los ricos se vuelven más ricos mientras que los pobres son cada vez más pobres.

Decíamos antes que el patriarcado tiene la habilidad de adaptarse a los diferentes sistemas económicos y de la misma forma se adapta al sistema capitalista. De la alianza de estos dos sistemas cada uno de ellos saca sus beneficios. El capitalismo beneficia al patriarcado ya que reproduce y mantiene la estructura patriarcal de la sociedad. El patriarcado beneficia al capitalismo de varias formas, primero permite una mayor explotación de las trabajadoras ya que se las considera como un sujeto pasivo esto implica que las medidas suelen ser más duras con las trabajadoras que con los trabajadores, muchas de ellas son pluriempleadas pues aceptan trabajos mal pagados con horarios imposibles para poder llegar a fin de mes. Segundamente, para poder cumplir su objetivo de acumular más y más riquezas, el capitalismo necesita que la fuerza de trabajo de sus trabajadores se renueve día a día para que no decaiga su rendimiento, ahí entra el papel de cuidados que el patriarcado tiene preparado para las mujeres, cuidar de la casa, alimentar a la familia, satisfacer en cualquier sentido a su marido son parte de las tareas de las mujeres que obviamente, no son remuneradas. El Capitalismo necesita también de la función reproductora de la mujer para que a cada generación haya una nueva remesa de trabajadoras dispuestas a dejarse explotar. Esta función no se considera una función productiva, por lo que tampoco es remunerada y aún encima supone más trabas entre la mujer y el trabajo considerado productivo.
Al Capitalismo pues no le interesa librarnos del yugo que supone el Patriarcado para nosotras las trabajadoras pues le aporta mayor riqueza. Para el capitalismo sólo somos peones de los cuales se puede aprovechar más aún, y está encantado de hacerlo. Las mujeres, dada su condición de doble explotación, que aumenta si son de otra raza, si contradicen la hetero-norma, si no son cis-género, si se encuentran en un país oprimido por un segundo país imperialista(…), se convierten en un sujeto potencialmente revolucionario para acabar con ambos sistemas.

Es por eso por lo que, al igual que existen y se emplean armas con las que evitar la sublevación de la clase oprimida, también se utilizan determinados mecanismos para evitar la sublevación de estos sujetos que encierran tantísimo poder: las mujeres trabajadoras.Así pues parece que nace la consigna de evitar el empoderamiento de las trabajadoras. Estos mecanismos, además de los visibles como son la brecha salarial, las condiciones aún más precarias de las mujeres trabajadoras… que tratan de poner más trabas entre la mujer y el mundo laboral fuera del ámbito doméstico; también se encargan de obsesionarnos para así domesticarnos. Por ejemplo la no aceptación del cuerpo real de las mujeres, además de llevarnos a consumir más y más, causa una constante frustración por no poder responder a unos estereotipos impuestos, y esta insatisfacción frena el empoderamiento. El Amor romántico también se nos impone para asegurarse de que respondemos al rol pasivo y dependiente que se nos ha impuesto así como para enemistarnos entre nosotras a causa de la competitividad y lo celos y evitar el empoderamiento colectivo.

La revolución de las mujeres está aún a medio camino y el mundo está a años luz de ser igualitario, pero esa transformación no puede esperar más, las voces de las mujeres feministas han de llamar a la insumisión y a la rebeldía. Empoderarnos para que no permitir interferencias de ningún poder político ni religiosos sobre nuestros derechos y nuestras vidas. Todas somos mujeres, todas merecemos una vida digna y libre, y todas tenemos derechos. Unamos fuerzas para seguir poniendo en alto el significado de ser mujer.

Horda Feminista Carabanchel

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