LA DESOBEDIENCIA COMO ARMA POLITICA

No tendremos armas, pero tenemos coraje. Coraje necesario para enfrentarse a un poder que dice que te supera, que te dice lo que tienes que pensar y que te hace dudar, en los momentos de debilidad, de tus razones.
Pero cuando las razones son justas poco importan las portadas de los medios o las declaraciones de los políticos, y muy poco importa el poder en las sombras de los bancos. Cuando hay más motivos que nunca para que la ciudadanía se indigne, salga a la calle y rompa con lo esperable. Si el poder espera una manifestación al uso, pidiendo permiso, con cámaras de medios que van a tergiversar la realidad según los intereses de la empresa que los dirige, entonces la ciudadanía toma la plaza y acampa. El poder le da la vuelta a la protesta y lo convierte en objeto de consumo, el protestar es portada del Times, y las asambleas terminan sirviendo para vender planes de precios. La ciudadanía no se rinde en su necesidad de poner el dedo en la llaga, de señalar a los verdaderos culpables de la crisis y de obtener resultados en lo concreto.
Por eso se paran desahucios. Porque es terriblemente injusto que una persona se quede en el paro, acabe en la calle con una deuda de por vida, sin derecho a la dación en pago y que el banco que la ejecute se quede con el rescate europeo, la casa, la deuda y el reparto de beneficios. Y ante esta injusticia muchos y muchas nos hemos visto en la tesitura de estar en un portal, con una pancarta, defendiendo una vivienda que no es la nuestra, sino la de una vecina con niñas, un jubilado y su nieto, un matrimonio en paro y un largo etc. No nos mueve la desesperación, sino la justicia.
Y la desobediencia civil es nuestro arma, pacífica, la que nos enfrenta al poder y nos hace fuertes, con la que debemos y podemos decir no, con la que queremos recuperar la soberanía en esta democracia secuestrada por unos economistas que no conocemos y que no están bajo ningún control democrático. La defendemos en todas sus formas: la expropiación de alimentos cuando se tiran toneladas para mantener los precios, las liberaciones de espacio para uso colectivo o para dar respuesta habitacional a familias con recursos, las concentraciones pacíficas, acampadas u otras formas de presión ante las sucursales bancarias, los encierros en centros de salud u hospitales para evitar las privatizaciones, las dimisiones en bloque, la toma de la gestión de los colegios por parte de padres y docentes para mantener la calidad de la enseñanza, las marchas interprovinciales… o seguir a los políticos que permiten que nos roben la soberanía, la democracia, nuestra ilusión y nuestra esperanza. No necesitamos armas, porque nos sobra coraje.

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